R. O. Covey, Mesajero ala Blanca, 13 de mayo de 1967
NOS PREGUNTAMOS SI SERÍA CORRECTO que alguien saliera en defensa de esos miembros que realmente están ocupando su lugar en el Cuerpo de Cristo. ¿Nuestra razón para reflexionar sobre esto? ¿Acaso no hemos observado todos cómo, a veces, los que están haciendo una buena parte, y lo han estado haciendo durante años, han sido presionados para hacer más sin ningún elogio por lo que ya han hecho? ¿Acaso no hemos sido testigos de ocasiones en que los fieles fueron criticados y condenados porque apenas podían asumir la carga completa por aquellos miembros que poco o nada hacen?
Cada ministro o líder conoce la carga de la responsabilidad de hacer una cierta parte del trabajo en una temporada determinada. Si ellos están interesados en ver que la Iglesia de Dios avance, es difícil ver que el trabajo se retrase o se quede sin hacer. En su celo y bajo la carga, es fácil ver sólo la obra inconclusa. En este estado de ánimo, es posible que dejen de observar la condición de sus fieles trabajadores que pueden estar sobrecargados, física y financieramente, por tratar de llevar toda la carga. Ellos también pueden dejar de considerar la multitud de perezosos, algunos al margen, otros escondidos, que no contribuyen en nada (excepto quizás un grito) a la obra de la Iglesia.
ESTE CELO ENTRE NUESTROS MINISTROS Y OTROS LÍDERES es admirable, si no inapropiada. Su preocupación ciertamente no debe ser condenada, porque ellos también a menudo hacen más de lo que les corresponde. Pero no perdamos el punto, ¿por qué condenar a los fieles, mientras que a los perezosos no podría “importarles menos”? Lo menos que podemos hacer por un alma fiel es darle una sonrisa y un cariñoso apretón de mano mientras decimos, “Dios bendiga su corazón, agradezco su fidelidad”. (Ayudaría si pudiéramos lograr una lágrima de agradecimiento).
No es fácil hablar a los infieles, advirtiéndoles de las consecuencias eternas de su pereza. Si ellos realmente amaban al Señor quien dio todo por ellos, estarían allí compartiendo la carga. Pero como aparentemente ellos no lo hacen, no son aptos para tomar amablemente nuestras advertencias. Probablemente no dudarían en acusarnos de “intromisión”. Ellos podrían indicar que no tienen planes de hacer algo diferente. Incluso podrían entrar en una larga disertación sobre “¡todo lo que podemos escuchar es dinero, dinero, dinero!” Estas cosas son difíciles de afrontar, por supuesto; pero volviendo al pensamiento original, también es un poco difícil para el miembro fiel asumir la culpa de las carencias creadas por la pereza del perezoso.
EN LA EDICIÓN DEL 28 DE ENERO DEL Mensajero Ala Blanca, el mensaje del Supervisor General fue sobre la “Terapia Espiritual”. Este tema que invita a la reflexión se aplica a las necesidades de los miembros inactivos. La Iglesia es un cuerpo compuesto de muchos miembros, y Pablo nos recuerda que en un cuerpo no todos los miembros tienen la misma función. Quizás más “terapia espiritual” administrada a aquellas partes del cuerpo que están “echados en el trabajo” sería de mayor bendición para todo el cuerpo que entrenar a los pies para que se duplique haciendo el trabajo de las manos. Mientras un miembro esté unido al cuerpo, este debe ser ejercitado, incluso contra su voluntad, y estimulado para cumplir su propósito. Muchas personas estarían discapacitadas físicamente hoy en día si no hubiera sido por el terapeuta que insiste en que haga ejercicio constantemente y haga las cosas por sí mismo.
Por ejemplo: En lugar de desgastar el corazón (los miembros fieles) haciendo el trabajo del estómago perezoso, sería bueno decirle a ese llamado estómago “débil”: “Aquí ahora, toma este alimento, retenlo y pon las fuerzas de ello para un buen uso. Porque si usted no lo hace, el corazón se va a detener, ¡y morirá!”
DEBEMOS SEGUIR PREDICANDO que Dios ha puesto a cada uno de los miembros en el cuerpo como le ha placido, porque así dice la Biblia, y así es. Pero, ya que a Dios le ha pacido inspirar por medio del Espíritu Santo que la Iglesia sea semejante a un cuerpo, ¿no cree que sea lógico que algunos miembros del cuerpo simplemente no puedan realizar la multiplicidad de funciones que a veces les imponemos? No hay duda de que cualquier miembro fiel, y que ama al Señor, hará gustosamente cualquier cantidad de cosas antes que ver a la Iglesia sufriendo oprobio.
En los físico, se sabe que las personas escriben con los pies o sosteniendo el lápiz entre los dientes. Algunos han aprendido a conducir automóviles con los pies, porque han perdido sus brazos. Otros han aprendido a oír por vibraciones y a hablar sintiendo las cuerdas vocales de otros. Estas personas son reacias a absorber la compasión y el buen carácter de los demás; ellos tienen la intención de hacer su parte a pesar del sufrimiento y las molestias. Estas mismas personas suelen ser las primeras en “contribuir,” porque están muy agradecidas de que las cosas no estén peor de lo que están.”
QUEREMOS QUE NUESTRAS IGLESIAS SEAN 100% en todo. ¿En todo? Sí, esa es nuestra meta, y debemos continuar esforzándonos para obtenerlo. Pero, nunca estaremos real y verdaderamente 100% en todo hasta que consigamos que cada miembro haga su parte. ¡CIEN POR CIENTO DE PARTICIPACIÓN DE LOS MIEMBROS! ¡Ahora hay una marca que hará distintiva a cualquier iglesia local! Y ¡qué bendición sería para los fieles, porque TODOS serían fieles! Bueno, si lo vemos bien, en algún momento entre ahora y el día perfecto, se alcanzará esa meta. ¿Dónde estarán entonces los apáticos y perezosos? Si son la Iglesia de Dios, habrán cambiado de identidad, pues se habrán convertido en miembros fieles.
Se necesitará más que un informe en papel para ser 100%. Nuestros registros deben coincidir con el registro en el cielo. Nuestros libros deben tener la misma cifra que los de Dios. No todos entienden la “contabilidad”, pero esta es una rama del tema que cada miembro debe seguir para que nuestros registros terrenales coincidan con los de “la oficina principal”.
Pero, hasta que “nuestro bien se vuelva mejor y nuestro mejor se vuelva excelente”, mostremos la debida consideración por nuestros miembros fieles, quienes, en el análisis final, son de quienes tenemos que depender para mantener las cosas en marcha.