Por el Obispo Oscar Pimentel, Supervisor General de La Iglesia de Dios.
Sin duda en nuestro caminar cristiano, en diferentes situaciones y bajo diversas circunstancias, todos hemos tenido momentos en que enfrentamos desafíos que parecían insuperables o surgió la necesidad de asumir una tarea que parecía imposible. Muchas veces esos desafíos y tareas, a medida que aparecían, daban lugar a preguntas como: “¿Cómo venceremos? ¿Cómo lo lograremos?” Estos son pensamientos normales considerados por personas sabias y razonables. Y con razón, ya que no siempre tenemos las respuestas, ni tenemos un control estricto de cómo nosotros, con nuestras habilidades, fuerza y recursos limitados, lograremos lo que tenemos delante desde el inicio. Los desafíos que enfrentamos eran diversos en forma y tamaño, y eran de naturaleza diferente. Parecían ser enormes, fuera de lo común y fuera del alcance de nuestros recursos y habilidades, pero estábamos convencidos de que no estaban fuera de los de Dios. Las superamos siempre, y asumimos las tareas y las cumplimos con la ayuda de algunas personas santas y por la fe en Jesucristo, estando plenamente persuadidos de Su fidelidad y poder.
Me gustaría pensar que las preguntas antes mencionadas y otras similares fueron respondidas por una gran cantidad de hombres y mujeres con un rotundo, “TODO LO PUEDO en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Sin duda hubo ocasiones en las que nos acercamos a las puertas de un lugar llamado “imposible”, y estuvimos tentados de dar un paseo hasta el sótano de “No Puedo”, pero el Espíritu de Dios nos recordó que nos saliéramos del camino y no descendiéramos al campamento de “No Podemos”. Mas bien, estábamos ungidos para movernos hacia arriba y hacia adelante. ¡Nos recordó que la victoria es por medio de Cristo que nos fortalece!
Aprendí hace algún tiempo que “No Puedo” nunca hizo nada. Con el conocimiento de lo que “No Puedo” ha logrado, me pregunto quién querría ser parte del campamento de “No Puedo” o “No Podemos”. Incluso cuando era niño, me enseñaron que donde hay voluntad, hay una manera. Esto simplemente significa que cuando la gente realmente quiere hacer algo, cuando tienen un interés genuino en lograr algo en particular, siempre encontrarán la manera de hacerlo. Pero donde falta la “voluntad”, basta cualquier excusa o pretexto para que el “No Puedo” no aporte nada al esfuerzo o a la causa.
Cuando el poderoso gigante filisteo, Goliath, apareció ante los hombres de Israel, su enorme tamaño y su voz estruendosa hicieron que los hombres que antes se consideraban soldados valientes y experimentados se convirtieran en “conturbáronse, y tuvieron gran miedo” (1 Sam. 17:11). “Demasiado grande”, dijeron, “¡No es posible!” No había forma, pensaron, de que este retador pudiera ser derrotado. Cada soldado debe haberse dicho a sí mismo “No Puedo” mientras huía de la presencia del gigante. Aún peor es la idea de que pueden haber gritado “No Podemos” unos a otros, y al hacerlo desalentaron a aquellos que pueden haber tenido la disposición de, por lo menos, intentarlo.
Pero llegó el joven e inexperto David declarando, “¡Yo puedo! ¡Yo puedo! ¡El Señor que me llevó a través de otros desafíos me ayudará a superar este!” Y mientras corría hacia el gigante que estaba delante de él, gritó, “Tú vienes á mí con espada y lanza y escudo; mas yo vengo á ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, que tú has provocad” (1 Sam. 17:45). Y este imponente gigante se vino abajo. ¿Acaso no es este el espíritu de “TODO LO PUEDO en Cristo que me fortalece” ?
Cuando el pueblo de Dios cree que algo en particular está de acuerdo con la voluntad de Dios, nada puede interponerse en su camino. Su deseo e impulso de superar el formidable desafío que tienen por delante es amplificado por el mismo Espíritu de Dios que mora dentro de ellos. “No Puedo” y “No Podemos” no son parte de su vocabulario. Se oirá a estos hijos de Dios alzando la voz, diciendo: “Subamos luego, y poseámosla; que más podremos que ella” (Nm. 13:31).
A menudo, el campamento de “No Podemos” hace poco o nada y contribuye poco o nada porque viven entre los “qué pasaría si” de la vida. El miedo a sus especulaciones los hace permanecer inactivos, cuestionando cada objetivo, desanimando a otros de hacer cualquier intento y criticando a los que están haciendo algo. Eventualmente, “qué pasaría si” les proporciona un pico y una pala para que puedan enterrar personalmente sus talentos y su potencial en la tierra. Ellos estaban, tal vez, dispuesto, pero nunca fueron capaces de desatar su potencial dado por Dios que podría haber sido utilizado en el servicio del Señor y Su Iglesia porque los “qué pasaría si” los paralizaron y los mantuvo cautivos. Las personas de “No Podemos” miran momentáneamente el desafío y, en vez de mantener sus ojos fijos en Jesús y confiar en su gran Dios, se miran a sí mismo y resaltan, por así decirlo, sus deficiencias y habilidades y, viendo la anomalía del desafío, gritan, “¡es imposible!”
Tal era la actitud del campamento “No Podemos” en tiempos de Moisés (cf. Números 13:27-33). Estos hombres eran “cabezas”- líderes principales de quienes se esperaba un valor inquebrantable. Sin embargo, en lugar de animar a la gente a avanzar, ellos “dieron un mal informe” y, en efecto, declararon, “¡la tarea es demasiado grande!” “No Podemos” “No Podemos” Su respuesta unificada fue, “Ni lo intentemos. Ni siquiera lo intentemos”. Pero una voz solitaria se escuchaba a lo lejos diciendo: “Si Jehová se agradare de nosotros, él nos meterá en esta tierra, y nos la entregará…” (Nm.14:8). Esta persona era tan frágil y limitada en todos los aspectos como los demás en comparación con él y yo creo que él lo sabía, pero la diferencia era su entendimiento de la divina providencia del Señor hacia ellos y la capacidad de Dios para hacer que las cosas que nunca se han hecho, se hagan.
La tarea que tenían ante ellos, bueno, nunca se había hecho, especialmente no por un grupo tan débil e inexperto con tan pocos recursos. Tal vez nunca lo sería. Este fue un desafío abrumador; ningún grupo de personas había hecho algo así. Ellos fueron superados en número y superados en poder militar, por así decirlo. Humanamente, ¡era imposible! Pero el hombre cuya voz declaró: “Si Jehová se agradare de nosotros”, estuvo allí cuando, contra toda posibilidad, Dios los sacó de la esclavitud egipcia. ¡Él estaba allí cuando, en contra de todas las leyes de la naturaleza, Dios dividió el Mar Rojo! ¡Él estaba allí cuando, contra todo pronóstico, Dios destruyó el ejército de Faraón! ¡Él estaba allí cuando Dios hizo llover maná del cielo, les dio carne del cielo y agua de la peña! Los milagros de Dios del pasado rompieron las barreras de su mente y espíritu y causaron que su fe en el Señor atravesara los oscuros límites de la imposibilidad. Ahora estaba sonando la trompeta para que otros invadieran los reinos de las promesas y la fidelidad de Dios.
Si nosotros mismos nunca hubiéramos experimentado los diferentes milagros y obras maravillosas de Dios a través de los años en nombre de la Iglesia y en nuestras propias vidas, bueno, supongo que estaríamos fuertemente tentado a creer que es inútil atreverse a asumir aparentemente retos imposibles. Pero lo que hemos descubierto es que ha sido en la misma atmósfera de la imposibilidad que Dios ha hecho su mayor obra y nos ha dado el mayor triunfo. Por y a través del testimonio de muchos testigos oculares que todavía están entre nosotros, y muchos que han ido a su recompensa (que vieron a Dios en el pasado hacer algo de la nada y hacer cosas que se creían inalcanzables), La Iglesia de Dios puede tener la valentía para ejercer gran libertad para trabajar y proseguir en el Espíritu, sin obstáculos por nuestras limitaciones humanas y carencias de diversa índole, dependiendo y confiando en el Señor como ellos lo hicieron para que la Iglesia logre cada meta que creemos que Dios nos ha puesto delante de nosotros.
Muéstrenme un pastor y una iglesia local que no han incluido la fe desde el principio en sus esfuerzos por asumir la ardua tarea de construir o comprar un edificio donde pueden reunirse regularmente para adorar a Dios e invitar al alma a escuchar la Palabra de Dios. En casi todos los casos, la fe en Dios “para resolver los detalles” y proveer lo que les faltaba era un componente vital, si no el más importante, para inspirar el empuje hacia delante de sus esfuerzos y el resultado final. Pero su falta de recursos financieros y materiales, o su falta de mano de obra numérica, no los disuadió de dar pasos de fe y unirse en sus esfuerzos. Tampoco las exclamaciones de “¡No podemos! ¡es imposible!” los disuadió.
¿Por qué debería ser diferente ahora cuando se trata de tener fe en Dios y unirse con el propósito de un Tabernáculo de Asamblea? ¿Esperamos ver primero con nuestros ojos físicos antes de hacer nada en absoluto, antes de siquiera aventurarnos a animar a otros a que, con la ayuda de Dios, se puede lograr esta meta? Querido ministro, querido santo, querido miembro de la Iglesia, ¿cuándo ha sido esa nuestra práctica firme? ¿Dónde está entonces la fe? Hemos predicado durante mucho tiempo acerca de la fe. Nuestros ministros han instado a las personas bajo su cuidado a que tengan confianza en Dios y se aferren a “la sustancia de las cosas que se esperan” y aferrarse a la “demostración de las cosas que no se ven”, sabiendo que Dios puede suplir cada necesidad, grande o pequeña. Pastores han contado testimonios de poseer fe y de cómo Dios suplió milagrosamente sus necesidades económicas y materiales. Me pregunto si la fe solo funciona cuando me siento bien al respecto. Me pregunto si la fe solo funciona cuando la animo. ¿Acaso la fe sólo es válida y buena en las cosas pequeñas y humanamente posibles, pero no en las grandes e imposibles?
Si no tenemos cuidado, ponemos la “fe” en la misma categoría que la famosa criatura de Pie Grande. Seguro que recuerda a esta famosa criatura, ¿verdad? Mucha gente habla de él, y los “expertos” dicen que es real y que sus huellas se han encontrado en muchos lugares. Sin embargo, él mismo aún no ha sido encontrado. Como ministro, ¿cómo puedo hablarles a otros acerca de la fe y decirles que la fe es algo real, pero que cuando se necesita, esta fe de la que he hablado no se encuentra en ninguna parte de mi propia vida? ¿Es la fe sólo aplicable a ciertos temas, causas y esfuerzos que considero dignos? Me pregunto qué pensaría usted si yo predicara, “Tengo fe en Dios, mi hermano, y creo que Él proveerá” cuando me siento inspirado por Dios para alcanzar una meta fuera del ámbito de las posibilidades, pero cuando usted trata de proponer algo, en la fe inspirada por Dios, tengo el espíritu de “¡No lo intente! ¡No se puede hacer!”
He visto y creo que estoy entre un poderoso grupo de hombre y mujeres de todas las edades que sienten que ¡TODO LO PODEMOS EN CRISTO QUE NOS FORTALECE! Algunos se burlaban de los ministros y miembros de la Iglesia de hace 30 años cuando se quedaron sin nada. Se contaron historias de cómo no tenían nada, no tendrían nada, no podrían hacer nada, y sus esfuerzos serían en vano. Parte de las historias eran ciertas; al menos en lo que se refiere a recursos materiales y financieros y mano de obra estaban preocupados; ellos tenían poco o nada. Sin embargo, las historias de que no tendrían nada, que no podrían hacer nada y que sus esfuerzos no llegarían a nada eran ficticias, y Dios lo probó por lo que vemos hoy. ¡Oh, cómo Dios ha bendecido a La Iglesia de Dios!
Por mi parte, me alegro de que esos hombres y mujeres no prestaran atención a las críticas, burlas y amenazas de los opositores de la Iglesia. Me alegro de que, hicieron la diligencia debida, no razonaron sobre tareas abrumadoras basadas en sus recursos limitados, sino que demostraron su fe genuina con sus grandes obras. No tendríamos un edifico de la iglesia y un Cuartel General si hubieran escuchados las voces de “No Puedo” o “No Podemos”. Estoy agradecido por el legado que nos han dejado. Pero no quiero simplemente recordarlos. Me gustaría honrarlos viviendo igualmente una vida de fe, sacrificándome y trabajando como ellos lo hicieron, y llamando a otros a hacer lo mismo.
Me pregunto si ahora es el momento de dejar de lado las palabras de Jesús en vista de esta gigantesca tarea que se eleva ante nosotros. ¿Qué palabras, usted pregunta?
Las palabras del Maestro que dijo, “Si [los “si” no son tan malos si los ponemos en el lugar correcto] al que cree todo es posible” (Mr. 9:23). O los que se encuentran en Mateo 19:26: “Para con los hombres imposible es esto; mas para con Dios todo es posible”. Luego, por supuesto, están estos: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mt. 7:7) y “todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mt. 21:22).
Al final, poco importan quién esté hablando que cierta cosa es posible o imposible. El hecho es que Dios tiene la última palabra, pero he escrito con la esperanza de que usted, querido lector, pueda mantenerse alejado de la mente y el espíritu de “No Puedo” y vivir dentro del camino de “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” que tiene el efecto de hacer común lo que antes era imposible.