MENSAJES DEL SUPERVISOR GENERAL

Sermones de La Iglesia de Dios

MENSAJE ANUAL ANTE LA 89na ASAMBLEA GENERAL, 1994 Parte 2

EXTREMISMO

Otra trampa de la cual la Iglesia debe estar al tanto y evadir es la del extremismo. El diablo es un extremista y tratará de desviar la Iglesia lo más lejos que pueda hacia ambos extremos lejos del lugar que Dios desea que ocupe. Extremismo es la cualidad, hecho o estado de irse a los extremes, sea a la derecha o a la izquierda, en asuntos de pensamiento o acción. Los enemigos de la Iglesia se deleitarían en verla irse profundamente a los extremos de un lado u otro. Se gozarían en verla adelantándose a lo requerido por la Palabra de Dios o en rehusar ir lo suficiente lejos como para cumplir la completa voluntad de Dios. Sería erróneo para nosotros irnos más lejos en ambas direcciones que lo que Dios requiere o permite. Debemos encontrar y seguir la ruta bíblica tanto en nuestras creencias como prácticas y no irnos más lejos de lo que Dios requiera, pero sin ser negligentes en ir tan lejos como lo que Él nos exija.

Siendo que esta es la Iglesia universal, lo que se aplica en este sentido para uno de nosotros deberá aplicarse de la misma forma para todos. Somos un cuerpo formado para funcionar en unidad de creencia y práctica. La Biblia fue escrita para ser observada por todos los hombres, naciones, culturas y lenguajes. Hay una forma para lograr la completa unidad de pensamiento y practica entre todas las naciones y pueblos de la tierra quienes quieran vivir para agradar a Dios. La Iglesia de Dios será La Iglesia de Dios dondequiera que se encuentre en esta tierra. Deberá ser identificada por su amor y unidad.

La contestación bíblica para el extremismo es la moderación en cosas que no son específicamente prohibidas. Pablo le dio la siguiente amonestación a los santos de Filipo en Filipenses 4:5: "Vuestra modestia sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca". La terminología "moderación" significa el no irse a los extremos con las cosas que son permitidas o aceptables. No significa el uso moderado o la práctica de cosas que son prohibidas a los hijos de Dios. La Biblia y la Iglesia enseñan total abstinencia de bebidas alcohólicas, del uso de tabaco y cualquier otra cosa que corrompa la salud del cuerpo, como los narcóticos, relaciones sexuales premaritales, etc. Ninguna de estas cosas deberán ser practicadas ni aun con moderación. Concerniente a estas cosas, la Iglesia toma la posición de abstinencia total. Aunque una mayor parte del mundo y aun algunas organizaciones religiosas no están de acuerdo con la Iglesia y nuestra posición, no creemos que estas cosas deben ser practicadas, y la Biblia nos lo enseña, ni dejaremos que la sociedad o cultura cambie nuestra posición respecto a la Palabra de Dios.

Jesús no fue un promotor de las causas sociales. Ni tampoco la Iglesia lo debe ser. Aun cuando el Apóstol Pablo estaba enterado de las injusticias que se estaban cometiendo contra las personas que se encontraban en servidumbre, no se colocó a sí mismo como un trabajador social contra las mismas. A cambio , el les amonestó con estas palabras: "Siervos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y temblor, can sencillez de vuestro corazón, como Cristo; no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres; sino como siervos de Cristo, hacienda de ánimo la voluntad de Dios; sirviendo con buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres; sabiendo que el bien que cada uno hiciere, esto recibirá del Señor, sea siervo o sea libre" (Efesios 6:5-8). Y en el mismo pasaje le dice a los amos: "Y vosotros, amos, haced a ellos lo mismo, dejando las amenazas: sabiendo que el Señor de ellos y vuestro esta en los cielos, y que no hay acepción de personas con él" (V. 9). Pablo presenta en este pasaje un principio de vida y conducta para los cristianos en el mundo secular, no solo para los que sirven, sino también para los que son servidos. En lugar de estar haciendo cruzadas para cambiar la sociedad, es mejor que el cristiano aplique sus esfuerzos en cambiarse a sí mismo con la ayuda de Dios para confrontar las responsabilidades que Él tiene para cada uno; por el contrario, tales esfuerzos para cambiar la sociedad podrían tener un efecto detrimental sobre su propia vida espiritual, resultando en más violencia y confusión en dicha sociedad. Nuestros esfuerzos deben ser dirigidos hacia la salvación de las almas y nutrirlas en el Señor para que puedan mantener las relaciones apropiadas con Él. Ninguna otra organización excepto la Iglesia, podrá hacer Su trabajo; hay millones de religiosos envueltos con gran ahincó y disposición en las causas sociales. Pero la Iglesia tiene que mantener la perspectiva correcta tocante a su llamado y trabajo para Dios, sin dejar que nada interfiera o impida con su objetivo principal, concluir la Gran Comisión de ir a todas las naciones y compartir el evangelio con toda criatura; convertirlas, bautizarlas y enseñarles a que observen todos los mandamientos de Cristo. Ese es nuestro trabajo y debe ser hecho si queremos estar listos para Su venida. ¿Estaremos listos?

LA CODICIA EXCESIVA HACIA EL DINERO Y LAS COSAS MATERIALES

La tercera trampa que quiero darles a conocer es la codicia desordenada hacia el dinero y las casas materiales. Debo admitir que experimenté una gran lucha para decidirme a incluir este tema en este mensaje, porque puede ser, y para algunos lo es, un tema muy sensible. No obstante, no debería serlo, siendo que las pautas escriturales al respecto son bien claras. El Apóstol Pablo hizo una dedaración bien sabia y significativa sobre la actitud de los cristianos hacia las cosas materiales en Filipenses 4: 11,12: "… pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Se estar humilladlo, y se tener abundancia: en todo y por todo estoy enseñado, así para hartura como para hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad". Aquí Pablo enfatiza la cualidad santa del contentamiento. En el proceso normal de la vida experimentaremos mementos de abundancia y de escasez en relación al dinero y bienes materiales. Pablo nos dice sabiamente que él ha aprendido a tratar tanto con los tiempos buenos como can los malos, y a como bregar can las dos situaciones. Más adelante escribe en Hebreos 13:5: "Sean las costumbres vuestras sin avaricia; contentos de lo presente; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré". Luego para enfatizar más ampliamente la virtud del contentamiento escribe en 1 Timoteo 6:6: "Empero grande granjería es la piedad con contentamiento".

El dinero y las cosas materiales varían de lugar a lugar, y siendo que la Iglesia es una de naturaleza universal con congregaciones en todas las partes del mundo, todos los niveles sociales, económicos y los diferentes estilos de vida alrededor del mundo estarán presentes en ella. Esto fue una realidad en la Iglesia primitiva, pero no tanto como lo tenemos para el tiempo presente, en el cual tenemos más rápidos y mejores medios de transportación y comunicación. La referencia a "tener todas las cosas en común" no se refiere a las cosas materiales. En la iglesia local de Jerusalén organizaron un sistema comunal en el cual compartían todas las cosas entre todos. Eso puede ser logrado en una situación local, pero en nuestro mundo de diversidades y fronteras esa idea sería imposible de practicar alrededor del mundo a medida que la Iglesia continúe alcanzando a todas las áreas del globo en su encomienda de cumplir la Gran Comisión. Eso no significa que no estemos obligados a ayudar tanto en la aplicación individual como universal. La frase "todas las cosas en común" se aplica también a las cosas espirituales las cuales nos hablan de igual manera en todo el mundo. En nuestras relaciones los unos con los otros debemos reconocer y aceptar este hecho como parte de nuestra vida y no dejar que la misma nos afecte adversamente. Nunca existirá igualdad en estos asuntos en la presente estructura económica de nuestro mundo. Eso es también cierto dentro de cualquier estructura económica. Algunas personas tienen más debido a que trabajan y estudian más fuertemente. Otros tienen menos debido a alguna mala fortuna o debido a que no han tenido las oportunidades y ventajas que otros han tenido. Una vez más, aquí nos podemos beneficiar del consejo del apóstol para sacarle el mejor provecho a esta situación y buscar la aprobación de Dios tanto en la abundancia como en la necesidad.

Somos amonestados a no ser codiciosos de las cosas terrenales hasta los extremos, porque las mismas tienden a apartamos lejos de la confraternidad que debemos tener con nuestro Dios. Pablo nos amonesta nuevamente en 1 Timoteo 6:9, 10: "Porque los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas, que hunden a los hombres en perdición y muerte. Porque el amor del dinero es la raíz de todos los males: el cual codiciando algunos, se descaminaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores". A esta amonestación el Apóstol Juan añade en 1 Juan 2:15 lo siguiente: "No améis al mundo, ni las casas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él".

El orgullo excesivo por concepto de la raza, alcurnia, elegancia, o aún por alguna gracia especial no pueden tener parte en la vida de un hijo de Dios y tales cosas deben colocarse bajo la sangre de Jesús, no sea que tales elementos de mundanalidad enfríen el amor de Dios y Su presencia. El deseo excesivo del estado de posición social y la búsqueda de reconocimiento y aprobación del mundo provienen de raíces de mundanalidad y la lucha contra la verdadera espiritualidad. La Biblia no condena la abundancia y riqueza, pero condena el uso impropio de ellas. Cuando venimos a ser hijos de Dios, pertenecemos a Él totalmente. Todo lo que somos y tenemos lo pertenecen completamente; no obstante, Él nos confía la administración de nuestros recursos materiales y espera que como hijos Suyos, seamos buenos mayordomos de lo que tenemos. Primero que nada, le debemos la decima parte de nuestros ingresos. Ese es nuestro diezmo. El diezmo es pagado a Dios como una demostración de nuestra obediencia y adoración como tal. La forma bíblica para pagar diezmos de nuestros ingresos netos que recibimos, aparte de los ingresos que tenemos en el ministerio, es el pagar los mismos a la tesorería de la iglesia de la cual somos miembros. Los ministros pagan sus diezmos del ingreso que reciben del ministerio a la tesorería del Cuartel General de La Iglesia de Dios. Una vez pagamos nuestros diezmos, los que lo reciben son responsables de su distribución apropiada. Cuando los pagamos, hemos cumplido nuestra responsabilidad con Dios; entonces la responsabilidad para su uso apropiado pasa a manos de los recipientes.

Como hijos de Dios y mayordomos fieles de los recursos que Él ha permitido que tengamos, se espera de nosotros que demos ofrendas voluntarias para sostener y extender el trabajo del Señor a través de la iglesia, y, que estemos dispuestos a compartir nuestras bendiciones para suplir las necesidades de otros, y como Él nos impulse a compartirlas. El dar ofrendas es un asunto estrictamente entre la persona y Dios. Se dice mucho en la Escritura sobre la forma en que debemos dar. Pablo escribió lo siguiente en 2 Co. 9:7: "Cada uno de como propuso en su corazón: no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama el dador alegre". Jesús expresó un principio de ofrendar en Lucas 6:38 en donde Él dice: "Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y rebosando dará en vuestro seno: porque con la medida que midiereis, os será vuelto a medir", Pablo vuelve a declarar una vez más en Romanos 12:8 lo siguiente: “... el que reparte, hágalo en simplicidad".

Han habido casos en el pasado más reciente en los que algunos no han ejercido diligencia en el manejo responsable de las finanzas pagadas a la tesorería de la Iglesia. En algunos casos extremos, es lamentable decir que algunos se hicieron ricos al ejercer una codicia excesiva por el dinero o fondos pagados a la Iglesia. Estos han sido relativamente unas cuantas personas, pero pueden tener la completa seguridad de que se hará todo esfuerzo posible durante el periodo de tiempo presente en la historia de La Iglesia de Dios para impedir que esto jamás suceda nuevamente. El tiempo es demasiado corto y el trabajo muy importante para ser atrapados en el horrible espíritu de estar acumulando riquezas a expensas del sacrificio hecho por el pueblo de Dios. Seremos buenos mayordomos del dinero de Dios y cosecharemos las maravillosas bendiciones espirituales que acompañan tal mayordomía; luego Dios se encargará de suplir las necesidades.

En todos los aspectos del trabajo de la Iglesia debemos practicar lo que predicamos respecto al asunto de sobreponernos al deseo de adquirir cosas materiales. Recientemente hemos visto cómo cientos de miles de dólares, probablemente millones, han sido empleados en cosas innecesarias tales como casas pastorales que parecen palacios, complejos de oficinas muy lujosos, terrenos y edificios para campamentos juveniles extravagantes. Todos sabemos que estas cosas son a veces necesarias si se hacen con moderación y buen gusto, pero si se hacen con extravagancia y excesivamente, es un desperdicio del dinero de Dios. Esa mala administración de los bienes de Dios, en lugar de causar una buena impresión en aquellos de afuera, lo que muestra es la falta de responsabilidad ante Dios y una falta de consideración a los santos que tan sacrificadamente han dado para la causa del Señor, quienes en obediencia mostraron su deseo y buena voluntad para promover el trabajo del Señor. Cualquier cosa que vaya más allá de las necesidades razonables debe ir directamente en conexión con el trabajo de ganar y nutrir las almas. El manejo del dinero no es usualmente un problema hasta que está disponible o se tiene en abundancia. Cuando hay dinero a la disposición, siempre existe la tentación de utilizarlo para satisfacer la codicia personal de parte de aquellos que aman el dinero con deseos incontrolables. Que Dios nos ayude a no repetir los mismos errores del pasado en este respecto. Que Él nos ayude a ser mayordomos fieles con lo que Él nos dé.

Pasado Supervisor General Robert J. Pruitt

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